Eso me pregunto yo también… el «problema» viene cuando esa pregunta viene de quien todavía cree en la magia navideña, en las cartas de deseos, en irse pronto a la cama esperando con ilusión la mañana siguiente… ¿Qué podemos contestarles? ¿Que el mundo está así de mal repartido? ¿Que Papá Noel o Los Reyes no llegan a todas las casas? ¿Y eso por qué? ¿Acaso no son mágicos?
Supongo que en esas estaba mi madre hace muchas navidades, intentando explicarme lo injusto de esta situación con alguna respuesta que fuera convincente y que además no destrozara mi ilusión, cuando no sé de donde, se sacó la historia que os cuento hoy y que con mucha seguridad contaré a Martina y Julieta cuando me sorprendan con este tipo cuestiones.
Las cartas… todos escribimos cartas de deseos, claro. Listas de los regalos que nos gustaría recibir en la mañana de Navidad o de Reyes envueltos con papel bonito y un lazo. Y como todas las cartas, se tienen que enviar, ¿verdad? a Oriente, o al Polo Norte, pero en algún momento hay que meterlas en un buzón y mandarlas a su destino… con sello.
Un sello que compran «los mayores» para que la carta llegue, y que dependiendo de las cosas que hayamos pedido en nuestra carta, tendrá un precio u otro… por eso no podemos pedir mil regalos, ni tampoco un avión. Por eso no podemos hacer una lista interminable de cosas, y por eso también, hay cartas sin sellos y niños sin regalos…
Esta historia me ayudó a comprender un poco más la magia de la Navidad. Yo era muy pequeña, pero de algún modo se me encajaron algunas de las piezas, y también me enseñó a ser coherente a la hora de escribir mi carta.
Aunque hay una magia más importante que la de Papá Noel o los Reyes, y es la de quien todos los años, organiza y colabora en las campañas de recogida de juguetes para que ningún niño se quede sin vivir la ilusión de estos días. Seguro que encontráis alguna en vuestra ciudad en la que podéis ayudar bien donando juguetes ó en el empaquetado y reparto de los mismos, ¿os animáis?