Dicen que los 6 primeros años del niño corresponden a su primera infancia, aquella en la que todo se fija en su persona y comienza a desarrollarse a partir de todo lo que ha recibido en esos años.
Me gusta pensar que los 6 primeros años de Martina han estado repletos de buenos momentos, de mucho amor, de empatía, respeto y aprendizaje, mucho aprendizaje por los dos lados, especialmente en lo referido a las emociones. Y es que criar de manera consciente no es tarea fácil, y como madre o padre toca revisarse muchas veces lo aprendido por nuestros propios padres o por la sociedad y hacer los cambios oportunos o como se suele decir, DESAPRENDER.
Es imposible viajar al pasado, al menos que sepamos, pero si pudiera volver atrás cambiaría muchas cosas de las que he hecho, decisiones que he tomado pensando que era lo mejor, o simplemente porque no conocía o me planteaba otras opciones.
Si volviera atrás prescindiría de comprar un carrito de tres piezas e invertiría en una buena silla de paseo, por ejemplo. El primero no lo utilizamos más que 15 días y tuvimos que comprar tres sillas porque se rompían una tras otra a los 6 meses de uso.
Si volviera atrás alargaría mi excedencia al menos hasta su primer año en vez de incorporarme cuando tenía 6 meses, hacer malabares con mi marido para cuidarla y meterla en la guarde con 1 año justo. Era demasiado pequeña y necesitaba más tiempo en casa, claramente. Y sabes qué? Que en mi trabajo de entonces no me “agradecieron” de ningún modo que volviera tan pronto…
Y una de las decisiones de las que más me arrepiento es de haberla escolarizado con 3 años y en un cole que no me convencía del todo. En el momento pensé que era lo lógico. Acaba la guarde y el ese era el siguiente paso. Pero los tiempos no fueron a su favor. Al mes de comenzar el cole nacía Julieta, (no te cuento como fue la adaptación estando embarazada de 8 meses y con las hormonas a mil… todos los días llorando las dos), y su profesora no empatizó con ella en ningún momento, ni en el primer año de infantil, ni en los dos siguientes en los que también estuvo en su clase. Un día tras otro veía como Martina se “marchitaba” y un curso tras otro su frase más repetida era “el cole es un rollo”.
Tres años con este panorama fueron más que suficientes para que intentáramos cambiarla a un cole que sí nos gustaba y del que después de unos pocos días de curso sale contenta y contándome mil cosas sobre el mismo. Le sigue costando ir, sobretodo los lunes, pero el ambiente, el profesorado, como funcionan en clase y la dinámica que llevan es lo mejor que podemos ofrecerle a nivel educativo, aunque económicamente suponga un esfuerzo extra. Creo en la enseñanza pública al 100%, y me hubiera encantado que funcionara con Martina, pero cada día estamos más convencidos de nuestra decisión.
Para muestra un botón, y es que el pasado viernes, el día de su cumple 6, me estuvo contando qué hicieron en clase y se me saltaban las lágrimas escuchándola. Para empezar, ella decidió el plan del día: bailar y leer cuentos (como no) y aquí viene lo bueno, su profe sugirió a sus compañeros que quien quisiera podía decirle a Martina algo bonito que pensara sobre ella y… todos le dijeron algo! Desde que tenía una sonrisa muy bonita a que les gustaba jugar con ella…
¿No es una manera maravillosa de celebrar tu cumpleaños? Me la imagino en ese momento y me emociono. En pocos días ha sabido adaptarse a sus nuevos compañeros de clase y se ha hecho querer por ellos. Y la idea de la profe no puede ser más bonita para hacer piña entre los niños de clase. Sólo puedo estar agradecida por este cambio, la verdad. El mismo día por la tarde celebramos su cumple de hadas y estas son las fotos que sacamos por la mañana, con un montón de globos rosas de helio y un globo del número 6 bien grande! Los compramos en esta tienda y pasamos un rato divertidísimo jugando con ellos antes de ir al cole.
El jueves os enseño las fotos de su cumple de hadas y os cuento todos los detalles de la fiesta!