Las mujeres de mi vida son muchas y variadas. Tienen más de 80, o no llegan a los 20 años. A algunas las puedo abrazar todos los días, a otras muy de cuando en cuando. A algunas otras, no las he abrazado nunca, pero he sentido su cariño sincero en momentos en los que las fuerzas me flaqueaban.
Las mujeres de mi vida son fuertes y sensibles, apasionadas y serenas, indefensas e invencibles a partes iguales. Lo mismo hacen disfraces para sus hijas que proyectos para grandes compañías. Pelean como gatas panza arriba por conciliar trabajo y familia, corren por las escaleras del metro para llegar lo antes posible a ver a sus hijos. Se informan y deciden sobre sus partos, sus lactancias, y tejen red con otras madres para enseñarlas lo que ellas aprendieron.
Mujeres con las que comparto árbol genealógico, otras que me trajeron los veranos en la playa, o que volvieron después de muchos años sin saber de sus vidas. Mujeres que logran sacarme una sonrisa en el café de la mañana, mujeres madres que he conocido al convertirme yo en madre,…
La historia de los tiempos se lee en los ojos de todas y cada una de ellas, y sus abrazos, reales o cibernéticos, me acompañan y confortan en días en los que no me apetece ni mirarme al espejo, en los que quiero bajarme del mundo.
Felicidades a todas las mujeres de mi vida, hoy, y todos los días.
Gracias por estar.