Queríamos un plan de relax para el fin de semana, y el hotel rural de La Infinita fue el elegido para alojarnos durante un par de noches y dedicarnos a descansa, dormir, leer, pasear y disponer de tiempo para no hacer nada.
Ya hace un par de años que decidimos hacer un par de escapadas anuales en pareja y dejar a las niñas disfrutando de los abuelos y viceversa, y la experiencia es de lo más beneficiosa, tanto para ellas como para nosotros.
Ya os lo contaba en este post sobre nuestra primera escapada, que curiosamente también tuvo a Cantabria como destino, y desde entonces intentamos reservarnos un fin de semana en primavera y otro en otoño.
De La Infinita podría contaros mil cosas. Podría deciros que es un remanso de paz en el precioso pueblo de Carmona. Que con solo ver la fachada te da sensación de hogar. Que está decorada al detalle, con piezas de arte en cada rincón. Que su sofá frente a la chimenea invita a hacerse un ovillito y leer durante horas. Que cada una de sus cuatro habitaciones es especial y única.
Pero sin duda alguna, el “premio gordo” de alojarse en La Infinita son ellos, Lucía y Fernando, Fernando y Lucía, una pareja de madrileños que hartitos de la (mala) vida que les daba Madrid, decidieron dejarlo todo y cambiar de profesión de la noche a la mañana para dedicarse al noble oficio de “posaderos” como ellos dicen.
Ellos no creen en las casualidades, y cuando en una de sus escapadas por la zona encontraron esta casa “para entrar a vivir”, lo tuvieron claro. Les hicieron falta unas cuantas semanas para revolucionar su entorno y su rutina, dar el “disgusto” a su familia ( “locos, que estáis locos!”), dejar sus pisos de La Latina y Chamberí y plantarse en Carmona con dos camiones de mudanzas.
Fernando cuenta entre risas que la primera noche durmieron con goteras cayéndoles en la frente, y que tuvieron muchos momentos de llevarse las manos a la cabeza y simular el grito de Munch. Porque emprender no es fácil, eso ya lo sabemos todos, y después de muchos años con la tranquilidad de una nómina, su aventura rural daba mucho, pero que mucho vértigo.
Pero después de un año y medio “La buena vida sencilla”, como reza su motto, les ha conquistado, y han conseguido hacer del sueño de muchos su propia realidad.
La casa es de arquitectura típica montañesa y tiene una belleza maravillosa. Dispone de 4 habitaciones con capacidad para 10 personas, una sala de estar con chimenea, y un pequeño saloncito para empezar el día con sus súper desayunos infinitos y sin horarios!
La reserva la hicimos a través de la plataforma de Ruralka, que seguro muchos conocéis, y que es una opción fantástica de regalo, ahora que se acercan fechas en las que nos volvemos locos pensando en qué regalar, nada mejor que experiencias inolvidables como esta!
Otro de los puntos fuertes de La Infinita es su localización. En pleno valle del Nansa está en un lugar estratégico para visitar puntos de interés como San Vicente de la Barquera, Comillas, el Desfiladero de la Hermida o las cuevas de El Soplao a media hora de distancia y aprovechar la estancia para conocer la gastronomía del lugar.
Aunque si no os apetece salir en todo el fin de semana, podéis probar sus carta sencilla pero riquísima, con platos como cremas, ensaladas, hummus o sandwiches. Todo preparado al detalle y con mucho amor para que sepa aún más rico.
Hemos tenido la suerte de que la lluvia nos acompañara durante buena parte del fin de semana y aunque salimos el sábado por la zona de Potes, el resto del tiempo lo hemos dedicado al arte del dolce far niente, y a hacer lo único que se puede hacer en una casa como La Infinita, que es disfrutarla al 100%.
Nuestro plan se ha resumido en levantarnos cuando nos lo pedía el cuerpo, desayunar rico, pasear, leer, sestear, y hacer mini reuniones alrededor de la chimenea con los anfitriones de la casa en las que nos daban las tantas arreglando del mundo.
Gracias Lu y Fer por el recibimiento y la cercanía, la sensación ha sido como la de ir a visitar a unos amigos a su casa de campo, y nos llevamos un recuerdo precioso de nuestra estancia. Nos vemos en Olavide!
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