A veces las miro y casi envidio su cercanía. Soy la mayor de tres y tardé 7 largos años en tener un hermano y 9 en tener una hermana, lo que en cierto modo ha condicionado nuestra relación y apenas hemos sido compañeros de juegos, pero ellas…
Ellas ya hace tiempo que no saben vivir la una sin la otra, especialmente por que Julieta se ha esmerado y mucho en aprender muy rápido todo lo necesario para «alcanzar» lo antes posible a su hermana, y mientras a nosotros nos cuesta un triunfo entender lo que dice su lengua de trapo, Martina parece tener integrado un diccionario bebé en su cabeza. Al fín y al cabo no hace tanto ella era igual y quizá aún lo recuerde…
Se despiertan juntas, dándose abrazos, juegan, se enfadan, se piden perdón, se ayudan, se cuidan, y yo sólo puedo mirar desde fuera con el corazón encogidito de felicidad y medio lagrimeando pensando en la suerte que tenemos de tenerlas, de que se tengan mutuamente.
Pero a veces también me da por pensar en lo «fácil» que era todo con una única hija. Tres años dándole todo mi tiempo, toda mi energía, todos mis besos.. y creo que a veces Martina también lo piensa. Lo mejor (y peor en algunos casos por que no puedes hacer como si no pasara nada, que es a veces lo más fácil), es que ella lo dice claramente «No me gusta que Julieta siempre esté con nosotras», «Me gustaría que estuviéramos un rato juntas»… y siempre que puedo intento estar pendiente de estas peticiones y cumplir sus deseos. Algo tan fácil como escaparnos a por un helado gigante con toppings, al cine o al teatro, hace que volvamos con energías renovadas a compartirnos.
Supongo que para Julieta es diferente. Ella ha nacido la segunda y no conoce «la exclusividad» pero precisamente por eso es la que más saca a relucir sus encantos para que la mimemos sin parar y el hecho de ser la pequeña y en nuestro caso, la última, hace que sin querer la vea eternamente como a «mi bebé».
Fuera de estos pequeños momentos en los que reclaman su espacio a solas con cada uno, a las dos les encanta la compañía de la otra y se buscan hasta para chincharse, como viene siendo lo habitual entre hermanos. A mí me han enseñado que cuanto menos intervenga en su juego o discusiones mejor, es más, si en algún momento vienen a contarme su batalla intento que «hablen» entre ellas dentro de lo que la lengua de trapo de Julieta permite y encuentren un punto en común. Con mucha seguridad su solución será infinitamente mejor que la que yo pueda ofrecer y de paso aprenden autonomía a la hora de resolver los conflictos entre ellas, y yo no me desespero haciendo de mediadora si no que se me cae la baba observándolas negociar.
Sé que todo lo vivido durante sus infancias será una base sólida para muchos «¿te acuerdas cuando…?» entre ellas dentro de muchos años cuando seguro seguirán riendo, y peleando, y negociando, y creciendo juntas en muchos sentidos.
Mañana por aquí el resumen de nuestras lecturas semanales del reto 365. ¡Os espero!