Hoy hace ya cinco años de uno de los momentos más duros que he vivido en mi vida, que he vivido como madre.
Acudía feliz a la consulta del ginecólogo, embarazada de apenas 12 semanas. Allí me harían una eco en la que vería a mi bebé y no podía estar más emocionada. Las primeras veces son tan especiales… Tumbada ya en la camilla y con la tripa al descubierto, tuve que tomarme un bombón para que se animara a moverse. En seguida su mini cuerpecito reaccionó al azúcar y empezó su baile.
Un bebito precioso. Un bebito perfectamente distinguible, no aquel «osito de gominola» de hacía semanas. Cabeza, tronco, bracitos, piernas, hasta se podían averiguar sus manitas.
Cuando tomaban las medidas comenzaron las caras raras, las miradas extrañas. Estaba embarazada pero conservaba todas las neuronas, y sabía que algo estaba pasando, y que ese algo no era muy bueno. Sabía que esas medidas eran importantes, había leído sobre el «pliegue nucal» montones de veces, sobre probabilidades, números, porcentajes. En unos minutos todo eran pros y contras, pruebas, resultados, esperas, dolor.
3,41 mm
1:60
1 posibilidad entre 60 de que tuvieras un cromosoma de más, un cromosoma 21 de más.
El ginecólogo que me atendió, me recomendó hacerme una «biopsia de corion» para descartar anomalías (o confirmarlas, pensé). No entendía nada de lo que me decía, no por que no se explicara si no por que en mi cabeza andaba en otros pensamientos. ¿Qué era lo peor que podía pasar? ¿Qué riesgos tenía esa prueba? ¿Por qué me estaba pasando a mí si sólo tenía 26 años? ¿Era fiable?.
No quise pensar en nada más ni leer más sobre el tema. Pasé las 48 horas más angustiosas de mi vida, vomitando todo lo que no había vomitado los tres meses anteriores, esperando una llamada que me diera una respuesta, fuera la que fuera.
Descolgué el teléfono a toda velocidad. Mi amiga S estaba allí conmigo, con nosotras, en nuestro mini piso del centro con balcones llenos de luz, esperando esa llamada tanto como yo.
Era una niña, y tenía 23 cromosomas pares. De dos en dos. Ni uno más. Ni uno menos. Eras una niña y en ese momento te ganaste a pulso tu nombre, por que Martina significa «guerrera», y tu primera guerra la ganaste dentro de mí.
Cuando me quedé embarazada de Julieta me replanteé si realizarme o no la prueba del triple screening por no ser una prueba diagnóstica, si no que se basa en el cálculo de probabilidades, unas probabilidades que se basan en muchas variables que pueden o no ser fiables, y que en mi caso supusieron 48 horas de infierno. Finalmente decidí no hacérmela y vivir mi embarazo tranquila y confiada en que pasara lo que pasara, sería para bien.
En estos 5 años he pensado muchas veces en ese día, en las decisiones que tomé, en qué habría pasado si esa prueba hubiera afectado a Martina, o si directamente hubiera provocado su pérdida, pero es momento de cerrar ciclo, dar gracias, y guardar esta historia para contarle a Martina el porqué de su nombre.
Me encantaría saber vuestras experiencias con las típicas pruebas en el embarazo y qué pensáis sobre ellas.
***La biopsia de corion tiene un porcentaje más alto de pérdida gestacional que la amniocentesis (del 1 al 2% de muerte del bebé). También hay estudios que indican que una biopsia de corion realizada antes de la semana 11 del embarazo puede conllevar defectos en las extremidades del bebé, como falta de dedos en los pies o las manos.
Hay un 1 por ciento de posibilidades de obtener un resultado positivo falso, llamado «mosaicismo placentario cerrado», en el cual algunas de las células de la placenta analizadas contienen cromosomas anormales, pero el feto es normal. Por lo tanto, si la biopsia de corión detecta mosaicismo se recomienda hacer una amniocentesis para determinar si el bebé está realmente afectado. (Fuente: el Parto es Nuestro)***