Más de 15 años siendo amigas han hecho que nuestras salidas juntas hayan sido de lo más variopintas. A centros comerciales en la adolescencia, discotecas al cumplir los 18 (o un poco antes, ;)), cenas de terracitas, fiestas de inauguración de nuestras primeras casas, bodas… y aunque cuántos más años cumplimos más difícil se nos hace cuadrar agendas, aprovechamos cualquier ratito libre para juntarnos y disfrutar de un momento de relax juntas, de esos en los que no tienes que ser nadie más, ni aparentar, por que son ya demasiados años para entendernos con sólo mirarnos.
En esta ocasión elegimos como lugar de reunión «Maricastaña», un café-bar al principio del barrio TriBall, justo en frente del Teatro Lara, que sigue la línea de decoración de los locales que se abren últimamente, con sillas de diseño y diferentes en cada mesa, ladrillo visto, lámparas industriales, una mesa comunal de madera con revistas de decoración, pero lejos de parecer «uno más», guarda un encanto especial que os animo a descubrir.
Como hacía una temperatura genial, elegimos una de las mesas pegadas al ventanal que estaba abierto de par en par y en la que daba la sensación de estar en una terraza, y además así pudimos aparcar sin problema el carrito de la recién llegada al grupo de chicas. Sin duda una de las mesas a tener en cuenta si la encontráis libre, tiene mucho encanto.
Quedamos a desayunar, pero tenían tantas opciones saladas y dulces que acabamos tomando un brunch improvisado que no me dio tiempo a fotografiar «entero» como podéis ver. Supongo que olvidarme de hacer fotos teniendo en cuenta mi adicción a Instagram, es una muy buena señal, ¿no creéis?
Pedimos el sandwich de jamón y queso que venía presentado enrollado sobre sí mismo en forma de caracol, una manera súper original de presentarlo, zumos de naranja, yogurt con muesli y fresas (yummy!), unas tostadas con aceite, tomate y jamón, tarta de queso con mermelada casera de moras y café, que por cierto estaba especialmente rico (y eso que me cuesta encontrarlo!) y lo sirven en tazas grandes y preciosas en las que te sabe aún mejor. También tienen una gran selección de tés para los no tan amantes de la cafeína
Su cocina abre de manera ininterrumpida de modo que puedes tomarte desde un desayuno como el nuestro hasta un gin tonic después de cenar, y su planta baja, de la que no tengo fotos decentes por que estaba en casi penumbra, es perfecta para organizar una cena «semi privada» con amigos, (digo «semi privada» por que justo es la planta en la que están los lavabos)
Me quedé enamorada de sus sillas de piel, de los botes de cocina colocados en una especie de alacena empotrada, y de la «reja» geométrica tan setentera que cubría un gran espejo.
Brunch, comida, cena, o café rápido, estoy segura de que seguiremos buscando estos ratitos juntas tan necesarios y relajantes, en los que nos olvidamos un poco del mundo, y compartimos momentos con las mujeres que más saben de nosotras. ¡Por la amistad!