Aquellos que seguís mi perfil de Instagram habréis visto que el pasado fin de semana las niñas y yo estuvimos de escapada rural con otras blogueras y sus familias.
Lo que iba a ser un café, se convirtió en un fin de semana en la casa más bonita en la que he estado nunca, rodeados de un entorno verdaderamente maravilloso. Celia, Clara, Cristina, Teresa, Sofía, Mariu, María, Mónica y yo, convencimos aún no sé como a nuestros maridos para que nos juntáramos las familias al completo, y el resultado no pudo ser mejor.
El lugar elegido fue Monte Cutamilla, una reserva natural a apenas 1 hora de Madrid de la que todo lo que pueda decir se va a quedar corto. Durante los 3km de camino que separan la casa de la carretera comarcal ya estábamos totalmente alucinados… la naturaleza de alrededor, cruzar el paso a nivel de las vías del tren, llegar a la finca y admirar el palacete en el que cada detalle es único. En principio íbamos a ir los cuatro, pero Jose tuvo que trabajar el sábado y aunque estuve a punto de cancelarlo (lo que tiene no conducir!), él sabía que me hacía tanta ilusión ir que no le importó llevarnos hasta allí y volverse a Madrid para regresar de nuevo el domingo a por nosotras. Una tira de kilómetros, la verdad… (gracias mi amor <3)
Fuimos los primeros en llegar, y lo primero que pensé fue en que iba a sacar la cámara y no parar de hacer fotos. El entorno era totalmente idílico para hacer una sesión a las peques, y no quería desaprovechar la oportunidad pero… según saqué la cámara y di al disparador me dio error, y pasó todo el fin de semana en su funda. El resto de las chicas me cedieron sus cámaras, pero lo cierto es que no tenía muchas manos libres con las dos peques para mí sola, así que todas las fotos del post están hechas con el iPhone. La cámara rota, la escasa cobertura y estar pendiente de las niñas fueron la excusa perfecta para relajarme y no hacer otra cosa que disfrutar el momento y el lugar, y aunque al principio quise llorar por no poder sacar fotos, ahora casi lo agradezco.
A medida que iban llegando las chicas con sus familias, empezamos a planear el día para que no se nos fueran las horas a lo tonto, y lo primero que hicimos fue sacar todas las cosas bonitas que Bel & Soph nos había prestado para hacer fotos a los peques. El tipi lleno de cojines fue el decorado perfecto para ellos, Julieta estaba encantada! y los disfraces de princesa hicieron las delicias de Martina y Elena (Ahora soy mamá), que tienen varias fotos juntas en las que están para comérselas…
También tuvimos coronas y varitas de Tipi-Too, con los que las niñas fueron las hadas y princesas del lugar. Era divertidísimo verlas jugar a todas por toda la casa y los alrededores!
Disfrutamos de dos picnic deliciosos y preparados al detalle por Mara, la dueña de la casa. Uno de ellos en las praderas de la casa el primer día y otro al día siguiente a medio camino de vuelta de la excursión-gymkana que hicimos con Crecer con emoción y en la que tuvimos que buscar localizaciones, cruzar las vías del tren, pasar por senderos llenos de barro… toda una aventura que hizo que al llegar a la zona preparada para el picnic, todos estuviéramos ya deseando probar las hamburguesas que estaban cocinando allí mismo, justo al lado del río, y con una temperatura genial. Todo un lujo, la verdad, sobretodo por que mi chico pudo llegar a tiempo para pasar el resto del día con nosotras 😉
No había tele, ni móviles, pero los niños jugaban a su aire inventándose juegos e interactuando los unos con los otros. Viendo las vacas, dando de comer a las gallinas, y hasta montando en burro! Además, gracias a Dideco, Luna de Papel y This is Karton, los peques tuvieron muchas sorpresas como juguetes chulísimos, una casa de cartón o un mural para pintar entre todos.
La verdad es que se me hizo un poco corto y estoy deseando volver… quizá organicemos otra escapada para ver los colores de otoño, charlar frente a la chimenea, y volver a probar el delicioso catering de Mara. Suena apetecible, ¿verdad? 😉